Nuevos desafíos humanos
Dante López
Ex-presidente de la CEPA (2008/2016)
Este
texto debía servir para resaltar la importancia del próximo Congreso de CEPA, cuyo
lema central será: “El Espiritismo frente a los desafíos Humanos”, no preveía
que fuese en este contexto, en el que la pandemia del coronavirus somete a los
habitantes humanos del planeta a una crisis en el sistema de salud y en la
economía.
Es
inevitable entonces hacer algunas reflexiones acerca del momento en que la Humanidad
entera debe enfrentar a un enemigo común.
No
es una invasión extraterrestre, como alguna vez se imaginó algún escritor de
ciencia-ficción, sino un pequeño ser vivo invisible el que nos desafía, y que
está instalado como una amenaza en la vida de cada uno de nosotros.
No
es la primera vez que la Humanidad se enfrenta con una Pandemia. Los
historiadores pueden citar alguno de estos flagelos azotando vidas humanas en
los últimos veinte siglos, en general espantosas y cruentas, y que dejaron su impronta
de miedo en el inconsciente colectivo.
Las
diferencias con la situación actual son varias, el contexto es diferente.
Lo
negativo fue lo inesperado, la velocidad de propagación del virus tomó por
sorpresa a los sistemas de salud utilizando como vehículo a las personas que
por millones se movilizan por el mundo por negocios o por turismo. Solo basta observar
en la imagen los vuelos que había simultáneamente un día cualquiera de
noviembre de 2018.
Lo
positivo es el inmenso conocimiento científico y la capacidad tecnológica con
que contamos hoy para enfrentar esta calamidad, lo que nos permite, una vez
recuperados de la sorpresa, actuar rápidamente y tomar las precauciones
necesarias para evitar una tragedia mayor.
Algunos
cambios observados sobre todo en los últimos cincuenta años nos brindan la
posibilidad de transformar este problema en una situación de aprendizaje
colectivo planetario.
Hace
tiempo venimos tomando consciencia de algunas cuestiones que hoy se ponen en
primera línea de agenda: La necesidad de revisar las políticas de cuidado de
los recursos naturales, repensar como dividimos nuestro tiempo entre trabajo,
afectos, expansión y espiritualidad, pensar y actuar para desarrollar la
solidaridad entre los seres humanos y entre los países, fomentar la
introspección y el autoconocimiento, utilizar herramientas para aquietar la
mente y preservarla del bombardeo de información, y en especial valorar
más los caminos de la espiritualidad.
La
incertidumbre y la posibilidad real de que se pierdan vidas y bienes puede propiciar
cambios de conducta, y es posible que muchos vuelvan a poner los valores
morales al frente de sus prioridades. Esta sola acción ya será una
transformación positiva.
Son
momentos para ir hacia adentro. De preguntarse ¿Qué rol me toca cumplir? Para
cada uno la respuesta será diferente, pero para todos será importante reencontrar
el equilibrio que restituya el nivel de la balanza al lugar que le corresponde.
Como
Humanidad también necesitamos un nuevo equilibrio mundial, que se ocupe de buscarle
un lugar a los que sufren, a los que no tienen oportunidades, a los explotados,
a los excluidos, a los despatriados.
La
ciencia, la sociología, la economía deben agudizar su capacidad de observación
y de acción. Los líderes mundiales tendrán que buscar un nuevo orden, más
volcado a velar por las necesidades que por las conquistas.
No
espero que esta pandemia vaya a cambiar al mundo radicalmente, pero puede
ayudar a repensar la actualidad del mundo. Seguramente habrá revisiones de políticas
de estado mirando prioridades sociales. Todavía es temprano para saberlo, todos
podemos impulsarlas.
Hace
dos años escuchaba a un alto funcionario del gobierno de Israel decir que, por
primera vez en la historia, hay disponibles recursos económicos, sociológicos y
científicos para desterrar del planeta el hambre y la falta de habitación.
Que
seremos capaces de hacer como Humanidad todavía es una incógnita.
En
lo personal y en lo colectivo, a veces caemos en la tentación de dedicarle
mucho tiempo a especular acerca de lo que esta u otras crisis vienen a operar,
y en el desarrollo de la imaginación nos olvidamos de vivirla en toda su
dimensión.
Tenemos
que atravesar todavía un trecho muy importante. No sabemos cuánto tiempo
durará, no sabemos cuántos nos enfermaremos, ni cuantos se curarán, que caminos
tomarán los líderes de los países y que impacto tendrá en la economía. No debiéramos
apresurarnos a sacar conclusiones.
Para
que esta gran dificultad se transforme en un aprendizaje individual y colectivo
es necesario aceptarlo como parte de la evolución natural del planeta que
habitamos, tratando de llevar esa seguridad y serenidad a los que la necesiten.
Para
cumplir nuestro rol, es necesario trabajar en la templanza, erradicando el
miedo y el optimismo místico; los dos extremos paralizan o llevan a cometer
errores graves.
Si
logramos estar serenos, podremos colaborar solidariamente para ayudar a los más
débiles de ánimo y accionar donde sea necesario.
Es
muy importante estar atentos a los acontecimientos, observar el entorno
inmediato en el que podemos hacer algo, sin perder de vista el contexto
general, tratar de aprender lo necesario para sobrellevar la inédita situación
que se nos presenta.
Pero
para “aprehender” es necesario todavía atravesar la crisis, poner a prueba
nuestra capacidad de resistencia frente a la adversidad, aceptar lo que no
quisiéramos afrontar y ver cómo funciona nuestra resiliencia, esa capacidad de
salir fortalecidos de las tensiones.
Como
ya es de público conocimiento, el próximo Congreso de CEPA que se iba a
realizar en Salou fue suspendido hasta que se cuente con las condiciones
adecuadas.
Cuando
nos encontremos para el próximo Congreso de CEPA, el tema central: “El
Espiritismo frente a los Desafíos Humanos” tendrá más vigencia que nunca,
podremos analizar el nuevo escenario y sacar mejores conclusiones. Porque
habremos atravesado por el Aula de la Experiencia que la Pandemia del mundo
globalizado nos dejó.
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